jueves, 24 de junio de 2010

Allen Ginsberg,1987

FRENTE AL ESPEJO


N.Y.USA.

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Tenue hilo conductor, Borges y Cioran aparecen también entre los trofeos que otro fenómeno de la cámara, el venezolano Vasco Szinetar, se complacía en nombrar ante los periodistas que lo entrevistaron en ocasión de una exposición de autorretratos, inaugurada con el patrocinio de la revista El Malpensante, el mes de junio, en Bogotá. El uso confeso del recurso de la carnada a la hora de atrapar ante el espejo el ejemplar codiciado, sobre todo escritores de prestigio, y en postura de entrometido digna de Zelig, emparenta el suyo con el vicio inocente de la pesca. 

Después de dominar por lustros, mediante una cámara japonesa, el Valle de Caracas con la seguridad de un cacique y la bondad de un misionero seseante, refugiándose en una ciudad menos violenta, la andina Mérida, el caraqueño optó por el exilio interior en el nuevo milenio. Pero entonces, sobre todo en los inicios de la serie autobiográfica de marras, Vasco Szinetar derrochó inventiva a la hora de seducir a los plumíferos de renombre junto a los que empezó a inmortalizarse en la década de los años ochenta. Bastaría evocar la oportunidad en que se presentó donde Allen Ginsberg, en el miserable Lower East Side a la sazón puertoriqueño, a bordo de una rutilante limusina negra que le abrió las puertas de la casa del poeta beatnik, para demostrar que le sobraban dotes para la pesca de altura". 



Ben Ami Fihman

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