viernes, 25 de junio de 2010

Leila Guerriero

FRENTE AL ESPEJO


Caracas.Venezuela


Era 2006, era un hotel y era Caracas. Hacía calor, pero él usaba una camisa de franela gruesa, zapatones. Tenía una simpatía de pocas palabras, una forma de estar como si no estuviera. No recuerdo el tono de su voz, y es raro: yo recuerdo cosas como ésa. Enseguida entramos al baño. Entornó la puerta, se puso a mi lado y me pidió que no mirara: que no lo mirara. Entendí esto: entendí que para mirar estaba él. Después, me hizo algunas tomas en el cuarto: en un sillón, en el borde de la cama. Me hablaba, pero no puedo recordar qué me decía. Cuando se iba le pregunté –al que había fotografiado a Allen Ginsberg, Bryce Echenique, Arthur Miller, Roa Bastos– por qué quería fotos mías. Fue amable: quiero decir que me mintió. Me dijo «Tengo que pensar en mi futuro». Yo le dije (o pensé): «Ya no se consiguen elogios como esos».
Le escribí meses más tarde. Como debe ser, no me contestó.

Leila Guerriero

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